Hace un año, en las noticias salió reportado la historia de una mujer que había salido de la cárcel, después de haber pagado una condena de muchos años. Se cuenta que la mujer no tenía a dónde ir, ni tampoco, sabía qué hacer. Lo único que ella había conocido era la cárcel por un largo tiempo.
Al salir, experimentó problemas y dolor que la dejaron con pocas ganas de seguir viviendo libre. Esta mujer decidió que regresar a la cárcel era su mejor opción. Para esto decidió robar un banco.
En realidad, no quería el dinero, sólo quería que la llevaran a la cárcel otra vez. Después de robar el banco, empezó a darle el dinero a toda la gente que pasaba por allí. La historia dice que se sentó a esperar a la policía.
Cuando el policía, que la iba arrestar, llegó, le dijo: ¿Qué está pasando? Ella le respondió: «Acabo de robar un banco, quiero regresar a la cárcel».
Casi puedo asociar esta historia con la del pueblo de Israel cuando se sentaron a protestar contra Dios por lo que les estaba sucediendo después de haber dejado Egipto. Leamos Exodo 16:1-3:
Después, toda la comunidad de Israel partió de Elim y viajó al desierto de Sin, ubicado entre Elim y el monte Sinaí. Llegaron el día quince del segundo mes, un mes después de salir de la tierra de Egipto. Allí también toda la comunidad de Israel se quejó de Moisés y Aarón. ¡Si tan solo el Señor nos hubiera matado en Egipto! —protestaban—. Allá nos sentábamos junto a las ollas llenas de carne y comíamos todo el pan que se nos antojaba; pero ahora tú nos has traído a este desierto para matarnos de hambre.
A veces nos gusta romantizar el pasado y pensamos: «Estábamos mejor allá que acá». Allá siempre parece mejor porque nos hemos olvidado que allá no era tan bonito como pensamos hoy. El pueblo de Israel era maltratado, vivían esclavos a los egipcios. Sin embargo, experimentaron dolor y en poco tiempo querían regresar a una vida de esclavitud.
Tú y yo no somos diferentes. A veces, hasta añoramos regresar y nos olvidamos que el sitio de donde Dios nos sacó era uno de esclavitud, derrota, dolor, llanto y quizá hasta desesperación. Me ha sucedido que cuando he llegado a un lugar difícil en mi camino con Dios, empiezo a renegar y hasta he deseado volver al sitio de donde me sacó.
Estos sentimientos son naturales. No creo que eres o soy la única a la que esto le sucede. Sin embargo, es lo que hacemos con esos deseos de regresar atrás lo que importa. La mujer de la que te hablé, no aguantó la vida que estaba enfrentando y por consiguiente lo más fácil fue regresar a su estado de encarcelamiento. ¡Esta no es la vida a la que Dios te ha llamado a tí!
Quizá tú estás rondando las tumbas de aquello a lo que Dios te ha dicho «No». Cosas que fueron en un tiempo esclavitud, derrota, llanto, aflicción y dolor. Cosas que tú sabes no te convenían, pero que las añorabas y las acariciabas porque te traían satisfacción momentánea. Lo que está muerto, hay que dejarlo muerto. Dios no quiere que vivas dándole respiración artificial a algo que ya debió ser enterrado.
Dios quiere que tú vivas la vida a plenitud como el la planeó. Una vida feliz y de éxito está a la disposición de cualquier persona que quiere emprender una jornada de victoria con Dios. No se puede vivir la vida que Dios tiene preparada para tí con un pie en el pasado y añorando regresar.
«Esto significa: que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!» 2 Corintios 5:17
El pueblo de Israel tenía la promesa de una mejor vida con una mejor tierra. Una tierra fructífera y que satisfaría todo lo que necesitaran. Dios, a pesar de sus quejas y reproches, los alimentó y les dió el sustento para que continuaran hacia la tierra prometida. A pesar, de las quejas, infidelidad y rebelión, Dios siempre fue fiel con ellos. Me da mucha alegría que este versículo esté registrado en esta historia. Leamos lo que dice: «Y los israelitas comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a la tierra donde se establecerían. Comieron maná hasta que llegaron a la frontera de la tierra de Canaán». Exodo 16:35.
La provisión de Dios nunca les faltó aún cuando el camino fue largo y duro. Dios ha prometido estar contigo también. Dios quiere que tú vida llegue a experimentar sus promesas en esta vida. ¡Esa tierra de promesa está disponible para tí también! Tú no quieres pasar el tiempo rondando cuarenta años con tu rebeldía y testarudez. No quieres perder el tiempo con el deseo de regresar al sitio de donde Dios te sacó. Ya es tiempo de salir y avanzar hacia la tierra de promesa que El te ha dado. La vida es corta y no hay tiempo que perder.
Lo que yo hago para vivir feliz y con éxito es esto: Busco conocer a Dios en su Palabra diariamente. Esto me ayuda a vivir sin remordimientos, culpa o ganas de regresar a lo pasado. Dios me capacita con su Palabra para vivir una vida victoriosa, fijando la mirada hacia adelante a lo que Dios tiene para mi. Mi LEMA de vida es conocerlo mejor en su Palabra. Es adquirir la sabiduría y el conocimiento que están escondidos en Cristo (Colosenses 2:3). Jesús vino para darnos una vida feliz y de éxito. ¡Esta vida está disponible para ti también!